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miércoles, abril 24, 2024
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Una cubeta de flores, una hija enferma y un adeudo del predial

Adulta mayor, abandonada por su esposo, vende flores para mantener y atender a su hija enferma, y para evitar perder su casa por un adeudo del predial

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Adulta mayor, abandonada por su esposo, vende flores para mantener y atender a su hija enferma, y para evitar perder su casa por un adeudo del predial

Por Alejandro Velázquez Cervantes

Su cubeta metálica está llena de flores que ofrece por las calles de San Juan del Río… siempre sonríe a todo aquel que le compra flores o al que simplemente la saluda pues le reconoce la dura faena que tiene a cuestas. Pero “la doñita” (prefiere omitir su nombre y como reportero respeto su decisión) carga una pena más ” apenas operaron a mi hija y yo solita me eché la bronca de cuidarla y pagar todo”… Pero sus penas ahora no sólo es su hija “fíjese que me mandaron un papel diciéndome que si no pago el predial me van a quitar mi casita… pero mi marido me abandonó hace muchos años y pues yo apenas debo este 2019….yo con qué pago, pues”.

Pero la “doñita” no se quiebra. Nada más alejado de eso. Vive en la calle de Castillo de Chapultepec de donde sale cada mañana rumbo al invernadero a comprar las flores que arregla, corta, envuelve y finalmente las pone dentro de una cubeta para empezar el día de trabajo y hacer todo lo posible por juntar los 1300 pesos que debe de pagar so pena de que le “quiten” su casa y entre a remate como advierte el documento de la Presidencia. Entonces se encoje en hombros, su mirada de agradecimiento eterno esta vez no es la misma. “He caminado bien harto y no logro vender todas mis flores…ando bien cansada”.

Todos los días antes de salir de su casa esconde las arrugas con maquillaje. Siempre está impecable. Recoje su cabello con una mascada. Su sonrisa no se antoja entendible cuando tiene a una hija enferma y una casa a punto de perder. Acepta que los hombros le duelen así como los brazos y las piernas por su larga ruta de venta diaria. “Ya hablé ahí donde uno paga eso del predial, fíjese, y nomás me descontaron 300 pesos. Ahora tengo que pagar nadamás mil 50″.

–Pero usted es una persona de la tercera edad, debieron hacerle un descuento, no?
–Pues entre hasta con mis flores y solamente me dijeron eso que para el lunes tenía que pagar los mil 50 pesos…

Autosuficiente, orgullosa de ello y haciéndose la fuerte aunque su figura luce encorbada por el trajín de los años, la “doñita” deja una docena de rosas por aquí y por allá a cambio de 50 pesos… No se atreve a regresar a su pequeña vivienda si aun le queda una sola flor. “A veces descanso en una banca de la calle de Juárez…miro las revistas así de lejos porque si me levanto luego hay gente maldosa que me roban mis florecitas y de por si no se vende y ya están bien caras como para que todavía me las roben”, dice nostálgica…

Cuenta que ya son tres veces que la han querido robar cerca de las vías del tren cerca del cruce entre la calle de Juárez y Francisco Villa, “pero cuando me tratan de hacer algo cierro mi paraguas y me defiendo como puedo… a veces se van cuando me ven que me voy a defender; otras, les vale y me quitan lo poco que he vendido. Me da mucho coraje porque es lo poco que llevo a la casa pues soy el único sostén pues mi marido me abandonó hace muchos años, tantos, fíjese, que ya ni me acuerdo”.

La “doñita” se repone. Agarra aire, levanta su cubeta llena de flores y se despide como se despide siempre: “Que Dios lo bendiga, que le vaya muy bien”… Y empieza a caminar rumbo a la calle de Juárez así, local por local ofreciendo lo que hace con más cariño a parte de cuidar a su hija enferma…Y, con cansancio, achaques y presión, tratar de juntar mil 50 pesos…

Una cubeta de flores, una hija enferma y un adeudo del predial
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